Aunque el Fondo Monetario Internacional (FMI) revisó al alza su pronóstico de 2020 para Latinoamérica y el Caribe, de -8,1 por ciento a -7,4 por ciento, y estima crecimiento para este año un crecimiento de 4,1%, advierte que la recuperación para Centroamérica tardará más que el resto del mundo.
En su última análisis, “Un camino sinuoso hacia la recuperación en América Latina y el Caribe”, el FMI estima tres años más para recuperar el ritmo que se tenía previo a la pandemia del Covid-19.
“América Central se ha visto apuntalada por las cuantiosas remesas, el aumento de los precios de los alimentos y un eficaz apoyo mediante políticas. América Central y el Caribe se enfrentan al riesgo adicional de los desastres naturales, evidenciado por la devastación causada por los huracanes Eta e Iota el pasado mes de noviembre”.
No obstante, la plena recuperación está aún muy distante. “Según el pronóstico, el producto de la región retornará a los niveles previos a la pandemia apenas en 2023, y el PIB per cápita lo hará en 2025, es decir, más tarde que otras regiones del mundo”.
Las prioridades a seguir
Según el FMI, ante todas las incertidumbres, la primera prioridad de los países debería ser garantizar una dotación adecuada de recursos para los sistemas sanitarios. La segunda, seguir apoyando a los sectores vulnerables más afectados por la pandemia y afianzar la recuperación que “hasta ahora es incierta”. Retirar apoyo fiscal demasiado pronto pondría en peligro estos objetivos.
“Los países que cuentan con margen en sus presupuestos para gastar más deben seguir brindando apoyo a sus economías y focalizarlo mejor, lo cual sin duda acelerará la recuperación. Los países con capacidad limitada de gasto deben priorizar el respaldo a la salud y los hogares”, agregan.
El actual entorno de tasas de interés bajas hace pensar que quizá se haya subestimado el «espacio fiscal», sobre todo en las economías mas grandes, donde los pagos de intereses se encuentran en niveles bajos pese a notables aumentos de la deuda como porcentaje del PIB.
En los países en los que las expectativas inflacionarias están bien ancladas, se debe seguir respaldando la política fiscal con una política monetaria expansiva. Las políticas en el sector financiero deben seguir facilitando el apoyo a la liquidez del sector empresarial, procurando que ese apoyo esté mejor focalizado pero sin comprometer la estabilidad financiera.