Durante muchos años las decisiones sobre la oferta y la demanda adoptadas por los países árabes productores de petróleo fueron capaces de mover el mercado y provocar numerosos problemas en las economías de Occidente.
A finales de los 70 y principios de los 80, Arabia Saudita tenía un papel importante como el mayor productor mundial y un gran poder a la hora de regular el mercado.
“Este ya no es el caso”, explica Philippe Waechter, economista jefe de la gestora Ostrum AM.
Con 15,3 millones de barriles al día y una producción casi un 17% más en 2018 frente al año anterior, Estados Unidos lidera la producción mundial de crudo, sobre todo gracias a la tecnología del fracking.
La también llamada fracturación hidráulica permite extraer el gas de esquisto, un tipo de hidrocarburo no convencional que se encuentra literalmente atrapado en capas de roca y a gran profundidad.
La industria del petróleo de Estados Unidos empezó a usar a gran escala esta tecnología a principios de este siglo, lo que le permitió aumentar su producción y situarse como el primer productor mundial.
El segundo productor de petróleo del mundo es Arabia Saudita, un destacado aliado de Estados Unidos que mantiene desde hace años un enfrentamiento abierto con su poderoso vecino, Irán.
Ambos se encuentran en una lucha feroz por el dominio regional.
A través de la petrolera estatal Aramco, la más rentable del mundo, el reino es capaz de llevar a los mercados internacionales hasta 12.2 millones de barriles de crudo al día.
Pero solo un día después del ataque a la refinería de Abqaiq, la principal planta del país, y en el campo petrolero de Khurais, las autoridades saudíes reconocieron que hasta que no reparen las infraestructuras dejarán de producir hasta 5,7 millones de barriles diarios.
Esta cifra supone aproximadamente el 5% de la oferta mundial. China, Japón e India son sus principales clientes.
Rusia
El siguiente productor de petróleo mundial, tercero en el ranking, es Rusia. Pese a la caída de los precios del petróleo y las sanciones impuestas por la comunidad internacional por anexionarse la región ucraniana de Crimea, la industria rusa consiguió aumentar ligeramente su producción de crudo entre 2017 y 2018.
Si en 2017 generaba 11,2 barriles al día, en 2018 esa cifra pasó a 11,4, un 1,6% más.
El pasado mes de julio, los 14 miembros de la Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP) y sus diez aliados, liderados por Rusia, aprobaron en bloque la reducción de la oferta petrolera global durante los próximos nueve meses para mantener más alto el precio del barril de crudo.
Este objetivo, que comparte con Arabia Saudita provocó que en los últimos años ambos países hayan estrechado sus relaciones.
Antes de los ataques, la cotización del crudo se había estabilizado por debajo de los $60 el barril de Brent.
Este nivel un valor demasiado bajo para las expectativas de Moscú y Riad, que buscan un precio al menos $20 superior.
Canadá es el cuarto productor a nivel mundial.
Es una de las grandes potencias energéticas y sus reservas de petróleo son las terceras por detrás de las de Arabia Saudita y Venezuela.
Acumula 169.000 millones de barriles en provisiones y produce 5.2 millones de barriles al día. Una cifra muy lejos de su predecesor en el ranking.
Su principal problema es que el coste de extracción es muy elevado porque su crudo es mayoritariamente pesado.
Con una producción global equivalente a 4,7 millones de barriles al día, Irán es el quinto productor petrolero del mundo.
Las sanciones impuestas al país y la campaña de “máxima presión” internacional relacionada con el desarrollo de tecnología nuclear han hecho que su contribución al mercado internacional haya disminuido entre 2017 y 2018.
Tiene difícil comercializar su crudo y su red de compradores se ha reducido considerablemente.
Además, su eterna rivalidad con Arabia Saudita se ve exacerbada por las diferencias religiosas, ya que cada país sigue a una de las dos ramas principales del Islam: Irán es principalmente chiita, mientras que Arabia Saudita se considera la principal potencia musulmana sunita.
Aunque los rebeldes hutíes de Yemen se atribuyeron la autoría de los ataques, Estados Unidos acusó a Irán de estar detrás de la operación, algo que niegan sus autoridades.