Basta de ser excesivamente prudentes en estos apreciados espacios que los medios de comunicación nos conceden para expresar lo que pensamos y sentimos sobre los acontecimientos nacionales, particularmente los políticos y de aquellos otros de la administración pública.
Tantas décadas involucrados en el acontecer nacional; tanto tiempo persiguiendo sueños por una sociedad justa, libre, democrática (de a de veras), menos desigual, mucho pero mucho menos pobre, respetada por extraños pero dignificada por nosotros mismos, una Honduras feliz, plena de esperanzas, de prosperidad para los tradicionalmente marginados, un territorio catracho seguro, transitable a todas horas, con gobiernos respetados y estimados por sus gobernados y con mandatarios verdaderamente preocupados 24/7 por la salud de este pueblo, por su educación, su alimentación, su empleo, su ocupación, la seguridad de su vida y sus bienes, en fin, una sociedad con desarrollo humano por sobre todos los tipos de desarrollo, que invite a nacer, crecer y luchar dentro del suelo patrio, sin tener que buscar otros horizontes arriesgando la vida en lugares ajenos.
Nada de eso está ocurriendo, al contrario, la anarquía, la barbarie, el irrespeto a las leyes, a las instituciones, a nuestros valores culturales; la desfachatez, el cinismo, la usurpación de las más altas funciones del mando público, la farsanteada, la burla cotidiana, el desprecio por los valores morales y cívicos; la entrega de los intereses nacionales al mejor postor, por solo unos dólares más y el prurito de hurgar los machos con vara corta; sin valorar que donde hubiese poco que ganar habrá mucho que perder. Se toman decisiones con absoluto menosprecio a lo que quiere el pueblo, se muerde la mano del amigo y se lame las palmas del desconocido, que ofrece el oro y el morro.
Nada, nada, absolutamente nada de esto está sucediendo, la mandataria, en su momento receptora de la confianza de un pueblo mayoritario, hoy se niega a escuchar el gemido en las calles, el reclamo impotente de los enfermos en los centros de salud, implorando médicos, medicinas, cariño, esperanzas; en las escuelas abandonadas, alumnos sedientos de conocimientos, frenados por la abulia de irresponsables funcionarios y por el salvajismo político instigado por los mismos que se proclaman fervientes defensores del régimen xiomarista, pero que, desde las cómodas y bien pagadas butacas del Congreso o pegados como amebas a los intestinos del Ejecutivo, le clavan diariamente las clavijas al ataúd político de su propio régimen.
Escuche, amiga Presidenta, le están comiendo el mandado, le están usurpando funciones a expensas de su propio nombre en las páginas de la historia, mande al carajo a tanto zángano, tontos inútiles, aunque le hayan pegado mil afiches, convénzase, son vividores, por muy diputados, ministros, activistas o parientes que sean. Cuando el barco se esté hundiendo la abandonarán como ratas cobardes, la dejarán sola, tómenos la palabra. Basta de hundir el puñal en el pecho de este noble pueblo.
¡Está a tiempo!