Una encuesta estadounidense revela que el 61% de los asalariados han enfermado como consecuencia del estrés laboral y un 7% ha llegado a ser hospitalizado por el mismo motivo.
El estrés laboral le cuesta a las empresas de Estados Unidos, más de 300.000 millones de dólares al año y puede causar 120.000 muertes. Con estos datos en la mano, cabe preguntarse si estamos muriendo (de forma literal) por cobrar un salario.
Esa es la tesis que defiende Jeffrey Pfeffer, profesor de la Escuela de Postgrado de Negocios de la Universidad de Stanford y autor o coautor de 15 libros en el campo de la teoría organizacional y el manejo de recursos humanos.
En su último libro, “Muriendo por un salario” (Dying for a paycheck, en inglés), argumenta que el sistema de trabajo actual enferma e incluso termina con la vida de las personas.
Pfeffer sostiene que muchas características modernas de la gestión empresarial, como las horas extra, los conflictos trabajo-familia o la inseguridad económica son tóxicas para los empleados e impactan directamente en su compromiso con la empresa, aumentan la rotación de los trabajadores y destruyen la salud física y emocional de las personas.
Para este experto, la sostenibilidad humana debería ser tan importante para las empresas como la sostenibilidad medioambiental.
Y, tal y como explica el libro, no es necesario realizar un trabajo físicamente peligroso para afirmar que éste está poniendo en riesgo nuestra vida.
Como ejemplos, Pfeffer se refiere al directivo cuya inmensa responsabilidad y carga de trabajo le conduce a la adicción al alcohol y las drogas, y el periodista cuyo compromiso con la actualidad le provoca un aumento de peso por la falta de tiempo para comer o hacer ejercicio o al profesional del marketing que consume antidepresivos por la presión a la que su jefe le somete.
En definitiva, hay muchas circunstancias laborales que pueden conducir a la enfermedad y, en casos extremos, el fallecimiento.
En el libro relata el caso de Kenji Hamada, un hombre de 42 años que murió de un ataque al corazón en su escritorio en Tokio. Trabajaba 75 horas a la semana y demoraba cerca de dos horas en llegar a la oficina.
Justo antes de su muerte, había trabajado 40 días seguidos sin parar y su viuda declaró que Kenji estaba excesivamente estresado.
Ese es solo uno de muchos ejemplos incluidos en la publicación, donde el autor pone en contexto los efectos de un sistema de trabajo que en ocasiones se torna “inhumano” por la excesiva carga laboral.
De hecho, sus estimaciones apuntan a que el estrés está relacionado con la muerte anual de 120.000 trabajadores estadounidenses.
“Existe evidencia de sus efectos sobre la salud. Las largas jornadas laborales, los despidos, la falta de seguro médico, el estrés provocan una enorme inseguridad económica, conflictos familiares y enfermedades”, señala.
Si quieres resolver, opina, el problema de manera sistémica, se requiere una intervención sistémica que debe provenir de algún tipo de regulación.
Lo otro es que la gente tiene que presionar para que existan leyes y actuar colectivamente para protegerse, porque también hay costos para la sociedad.