Por Kristalina Georgieva, Antoinette Sayeh y Ratna Sahay
Demasiadas mujeres quedan al margen de las oportunidades económicas, lo cual no solo es injusto, sino que perjudica el crecimiento y la resiliencia de todos. Sabemos que en los países donde la desigualdad de género es mayor. una reducción de la brecha en la participación de las mujeres en la fuerza laboral podría traducirse en un incremento medio del producto económico del 35 por ciento.
Sin embargo, el progreso es lento y los shocks, como los desastres climáticos y sanitarios, los disturbios sociales y la guerra, continúan empeorando la desigualdad de género al afectar directamente la vida y el medio de subsistencia de las mujeres o al mantenerlas alejadas de la escuela y el trabajo.
Las políticas económicas y financieras adecuadas pueden ayudar a cambiar estos resultados negativos, mejorando las economías con el respaldo a la recuperación y creando resiliencia frente a futuros shocks. En definitiva: lo que beneficia a las mujeres nos beneficia a todos.
Por ejemplo, si bien la pandemia supuso un paso atrás para las mujeres en todo el mundo, también impulsó innovaciones en materia de políticas. Varios programas de asistencia extraordinaria implementados a raíz de la pandemia se centraron en las mujeres y lograron que las redes de protección social diesen cobertura a un mayor número de personas. De esta forma, resulta más fácil proporcionar ayuda focalizada para hacer frente a las actuales subidas de los precios de los alimentos y el combustible.
Para las autoridades económicas, existen soluciones bien probadas para adoptar medidas macroeconómicas que tengan en cuenta las cuestiones de género.
En primer lugar, aumentar la inversión en el capital humano de las mujeres. Los beneficios que reporta brindar a las mujeres un acceso igualitario a los alimentos, los servicios de salud y la educación son especialmente importantes en las economías emergentes y en desarrollo. Es el caso de las transferencias de efectivo, gracias a las cuales las familias pueden cubrir sus necesidades básicas en países con redes de protección social menos desarrolladas.
A comienzos de la pandemia, Brasil puso en marcha Auxílio Emergencial, un programa de transferencias de efectivo que doblaba las prestaciones a los hogares encabezados por mujeres. Las estimaciones del personal técnico del FMI indican que, de no ser por Auxílio Emergencial, la tasa de pobreza de estas familias hubiese pasado del 11% a más del 30%, y en cambio se situó en torno al 8%.
Por su parte, Egipto amplió recientemente la ayuda monetaria a las madres solteras con ingresos bajos para que sus hijos puedan seguir asistiendo a la escuela y seguir gozando de buena salud. En Togo, la tecnología móvil ayudó a acelerar la asistencia financiera de emergencia durante la pandemia, lo cual benefició sobre todo a las mujeres.
La segunda solución validada es ayudar a que las mujeres puedan trabajar fuera del hogar o puedan poner en marcha su propia empresa. Las reformas tributarias, del gasto público, de la infraestructura financiera y de las normativas, así como de los mercados laborales pueden resultar útiles. Brindar acceso a servicios de guardería asequibles y de calidad libera a más mujeres para poder trabajar y, además, genera empleo de forma directa.
En Noruega, la implementación del acceso universal a los servicios de guardería hizo aumentar la probabilidad de empleo de las madres en 32 puntos porcentuales. En las economías emergentes y en desarrollo, el acceso a la telefonía móvil e Internet abre la puerta a oportunidades económicas. Por ejemplo, estudios del FMI muestran que las finanzas tradicionales y digitales están contribuyendo a cerrar la brecha de género en el acceso a servicios financieros, como los micropréstamos, lo cual se traduce en una menor desigualdad del ingreso y un mayor crecimiento.
El tercer aspecto que debe abordarse son los sesgos. El Banco Mundial constató que, de los 190 países encuestados, solo 12 otorgaban a las mujeres la misma condición jurídica que a los hombres. La discriminación por razón de género en instituciones sociales cuesta a la economía mundial USD 6 billones, según la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico. No obstante, en los últimos años los países han reducido estos costos, a través de medidas sociales y jurídicas como la restricción del matrimonio infantil, la penalización de la violencia doméstica y el aumento del número de mujeres que ocupan cargos electos.
Por último, también es esencial aumentar la representación femenina en puestos de dirección. Los análisis del FMI muestran que una mayor presencia de mujeres en las instituciones financieras y una mayor participación de estas en la formulación de las políticas financieras es indisociable de una mayor resiliencia financiera Además, en las empresas de tecnofinanzas y el sector empresarial, una mayor presencia femenina en puestos de responsabilidad se vincula a un mejor desempeño y rentabilidad, respectivamente.
La estrategia de género del FMI
El FMI apoya a los países miembros en la implementación y mejora de las políticas de género desde hace varios años. Y recientemente, el Directorio Ejecutivo aprobó la primera Estrategia del FMI para incorporar la perspectiva de género integral con el fin de ayudar a los países miembros a adaptar las políticas en favor de la igualdad de género a sus circunstancias únicas.
La estrategia reconoce que las políticas macroeconómicas y financieras, aunque sea sin querer, afectan de forma distinta a mujeres y hombres. Desde aquí, brindamos ayuda a las autoridades económicas para identificar y corregir estos sesgos, aportando una perspectiva de género a nuestras actividades principales: desde la supervisión periódica de las políticas de cada país miembro hasta la forma de diseñar e implementar programas, pasando por el apoyo en materia de fortalecimiento de las capacidades.