En marzo, cuando el covid-19 cobraba vidas desenfrenadamente en todo el mundo, parecía que América Latina esquivaría el tema y saldría ilesa. Los Gobiernos de la región optaron por enfoques muy diferentes para hacer frente a la pandemia, desde estrictas cuarentenas en El Salvador y Perú hasta una relativa flexibilidad en Brasil y México.
No obstante, a medida que se acerca junio, las noticias difícilmente podrían ser más graves para América Latina, región altamente urbanizada de 600 millones de habitantes, o cerca de 8% de la población mundial. Se ha convertido, sin duda alguna, en el nuevo epicentro del coronavirus, representando actualmente cerca de 40% de las muertes diarias a nivel mundial.
Brasil tiene más casos que cualquier otro país, excepto Estados Unidos, y algunos modelos pronostican que las muertes, actualmente en 25.000, podrían más que cuadruplicarse en los próximos meses.
México registró el mayor aumento individual en casos y muertes esta semana y un alto funcionario de la salud indicó que podrían morir unas 30.000 personas. Perú, Chile y Colombia han establecido récords diarios en la última semana.
Países latinoamericanos registraron más de 1.900 muertes el miércoles, un récord, que representa 37% del total mundial. Brasil, Perú, Chile y México han reportado más de 10.000 nuevos casos en los últimos cinco días, lo que significa que son cuatro de los siete principales países de la clasificación global de dicho período.
“Muchas de las ciudades más grandes de la región todavía están a varias semanas de llegar al pico”, dijo James Bosworth, autor del boletín semanal Latin America Risk Report. “Los hospitales funcionarán al límite durante mucho tiempo, sobrecargando los sistemas de salud. Incluso aquellas ciudades y países que ya alcanzaron su pico verán una cierta estabilidad durante semanas y luego un descenso gradual en lugar de una fuerte caída de casos”.
Lo que también complica la evaluación de la situación, como en muchas partes del mundo, es la escasez de datos y que los pronósticos y modelos de infección y muerte a menudo han sido poco confiables.
Chile, un país de 18 millones de habitantes, ha realizado la prueba a más personas que México, que tiene 127 millones. Muchos de los que han muerto en su casa, sin prueba alguna, no están registrados como relacionados con COVID-19.
Pero una forma de medir el impacto del virus es comparando las tasas de mortalidad con años anteriores. Un informe en Ciudad de México esta semana reveló cuatro veces más muertes en lo que va de 2020 que en los últimos cuatro años.
Varios países latinoamericanos intentaron cerrar sus economías a tiempo, pero a menudo sin suficiente ayuda estatal para los muchos millones que trabajan en la economía informal. Además, las cuarentenas han sido irregulares.
Los mercados al aire libre donde muchas personas compran sus alimentos permanecieron abiertos en algunos lugares. Para obtener ayuda del Gobierno, los beneficiarios que no tienen cuentas bancarias a menudo han tenido que hacer filas aglomeradas, propagando aún más el virus.
Otra preocupación es que, en toda la región, se ha reactivado parcialmente la actividad, incluso con la explosión de casos. Sin más ayuda gubernamental y fuerzas de seguridad, muchos países podrían no ser capaces de mantener las cuarentenas hasta que haya pasado lo peor de la tormenta.
Se anticipa que la región se contraerá 5,2% este año, la recesión más profunda en 50 años, según el Fondo Monetario Internacional. Aproximadamente 40% de los empleos se encuentran en la economía informal, dijo el FMI en un informe el mes pasado.