Por qué importa Ucrania: lo que hay que saber sobre la crisis con Rusia

La invasión de Rusia a Ucrania fue denunciada desde el mes pasado

Por Patrick Kingsley/Dinero HN

En juego está la seguridad de otros países que formaron parte de la antigua Unión Soviética, el orden internacional después de la Guerra Fría y los precios de combustible en el mundo.

Situada en uno de los extremos de Europa y a miles de kilómetros de Estados Unidos, la relevancia de Ucrania se extiende mucho más allá de sus fronteras. Primero, y ante todo, una invasión rusa trastornaría la vida de 44 millones de ucranianos. Sin embargo, su destino tiene grandes implicaciones para el resto de Europa, la salud de la economía global y el lugar de Estados Unidos en el mundo.

La presencia rusa inició la madrugada de este jueves

Una invasión incrementaría los temores sobre la seguridad de otros países en Europa del Este que formaron parte de la Unión Soviética. Aumentaría la preocupación sobre la solidez del orden internacional posterior a 1989 y la capacidad de Estados Unidos para influir en ella. Además, pondría en riesgo el alza de los precios de los combustibles en todo el mundo.

A continuación, así fue cómo Ucrania acabó en el centro de una crisis global.

Tanto Rusia como Occidente ven a Ucrania como un posible amortiguador contra el otro.

Rusia considera a Ucrania dentro de su esfera natural de influencia. La mayor parte del país integró el Imperio ruso durante siglos, muchos ucranianos hablan el ruso como lengua nativa y el país formó parte de la Unión Soviética hasta obtener su independencia en 1991.

Rusia se desconcertó cuando un levantamiento en 2014 remplazó al presidente de Ucrania, que mantenía buenas relaciones con Rusia, por un gobierno con inclinaciones claras hacia Occidente.

La mayoría de las antiguas repúblicas soviéticas y aliados en Europa ya se han unido a la Unión Europea o a la OTAN. El alejamiento de Ucrania de la influencia rusa se sintió como el último clavo en el ataúd del poder ruso en Europa del Este.

Para Europa y Estados Unidos, Ucrania es importante en parte porque lo consideran como un indicador de su propia influencia y de las intenciones rusas en el resto de Europa. Ucrania no es parte de la Unión Europea ni de la OTAN. Sin embargo, recibe apoyos militares y financieros considerables de Europa y Estados Unidos. Si Rusia lo invade, indicaría que Moscú se podría sentir empoderado a elevar las tensiones con otras antiguas repúblicas soviéticas que ahora son miembros de la alianza occidental, como Estonia, Letonia y Lituania.

Cualquier incursión rusa también representaría una mayor amenaza para el dominio estadounidense sobre los asuntos mundiales. Al ganar la Guerra Fría, Estados Unidos estableció una gran influencia sobre el orden internacional, pero esa influencia ha disminuido durante la década pasada y una invasión rusa podría acelerar ese proceso. Si logra volver a darle fuerza a la OTAN, Estados Unidos podría tener la esperanza de frenar ese proceso o incluso revertirlo.

Ucrania fue fundamental para el juicio político al presidente Donald Trump en 2020.

Varios meses antes de los procedimientos del juicio político, Trump había bloqueado 391 millones de dólares en ayuda militar a Ucrania. Poco después, Trump pidió al recién elegido presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, que investigara unas acusaciones de corrupción desacreditadas que implicaban a Joe Biden, entonces el más probable aspirante demócrata a enfrentar a Trump en las elecciones.

Como resultado, Trump fue acusado de pedir ilegalmente a una entidad extranjera —Ucrania— que interviniera en el sistema político estadounidense, y de cambiar la política estatal para ayudarle personalmente. La votación de destitución fracasó por poco.

Ucrania también estuvo en el centro de un escándalo que involucró a un antiguo jefe de campaña de Trump, Paul Manafort. En 2018, Manafort fue encarcelado por ocultar más de 30 millones de dólares en honorarios de consultoría que recibió de oligarcas ucranianos y funcionarios del gobierno para promover la trayectoria política de Viktor Yanukóvich, el presidente ucraniano prorruso que fue derrocado en el levantamiento de 2014.

Manafort asesoró a Yanukóvich entre 2006 y 2014, antes de que el mandatario huyera a Rusia y antes de que Manafort comenzara a trabajar para Trump.

Sí. Tras el levantamiento de 2014, tropas rusas que vestían uniformes sin identificaciones invadieron Crimea, una península de importancia estratégica en el mar Negro. En un referendo considerado ilegal por la mayoría de los países del mundo, la región votó con una abundante mayoría para anexarse a Rusia.

Posteriormente en 2014, separatistas prorrusos respaldados por tropas, equipo y armamento ruso capturaron partes del este de Ucrania, lo que generó dos repúblicas rebeldes —las regiones de Donetsk y Lugansk— que permanecen sin ser reconocidas por ningún otro Estado, excepto Rusia recientemente.

Los combates continúan en la actualidad entre el Estado ucraniano y los separatistas. Para muchos ucranianos, la amenaza de una mayor intervención rusa en Ucrania es tan solo el capítulo más reciente de una guerra inconclusa de ocho años. Y es posible que esa guerra continúe, ya sea que Rusia invada en los próximos días o no.

La amenaza de otra invasión rusa ha consolidado una sensación creciente de orgullo y unidad nacional entre los ucranianos, incluso entre aquellos que crecieron hablando ruso.

Incluso desde 2001, encuestas de opinión indican que alrededor de la mitad de los ucranianos respaldan la salida del país de la Unión Soviética. En la actualidad, más del 80 por ciento respalda la independencia de Ucrania y más de la mitad respalda unirse a la OTAN.

Aunque la ansiedad se puede sentir en todo el país, la vida continuaba de manera más o menos normal en la mayor parte de este. Tanto civiles como líderes gubernamentales afirmaban que se mantenían en calma en medio de los reportes extranjeros de una invasión inminente e incluso algunos dudaban que Rusia fuera a invadir. Sin embargo, al mismo tiempo, muchos civiles se han incorporado cada vez más a unidades de defensa voluntarias y se han inscrito a cursos de primeros auxilios.

Ucrania podría prometer renunciar a cualquier esfuerzo de unirse a la OTAN o cumplir con un par de acuerdos de paz que nunca entraron en vigor, firmados en 2014 y 2015, y que fueron considerados como favorables para Rusia.

Bajo estos acuerdos, que se conocen como el Protocolo de Minsk, los dos territorios separatistas se volverían a anexar a Ucrania, pero solo en un sistema federal que pudiera darles a los territorios el poder de veto sobre la política exterior ucraniana.

No obstante, las manos del gobierno ucraniano están atadas, al menos a corto plazo. Abandonar las aspiraciones de la OTAN iría en contra de la Constitución de Ucrania. Y una encuesta en diciembre reveló que tres cuartas parte de los ucranianos rechazan por completo llevar a cabo el Protocolo de Minsk o quieren que los acuerdos se enmienden.

Estados Unidos y Europa tienen más ases bajo la manga. Washington sacó a las instituciones financieras más grandes de Rusia del sistema financiero global, lo que afecta a la economía rusa. Alemania paralizó la implementación del Nord Stream 2, un gasoducto nuevo de gran importancia que transportará gas ruso a Europa. El Reino Unido puso restricciones a los oligarcas rusos con propiedades y activos en el país.

Y también está la vía diplomática: el Kremlin insiste en que esta crisis no es solo sobre Ucrania, sino también acerca de la presencia militar de la OTAN en Europa del Este, que el presidente ruso, Vladimir Putin, describe como una amenaza existencial a la seguridad de Rusia.

Putin desea que la OTAN se retire de la región y que garantice que ni Ucrania ni ningún otro país se unirán nunca a la alianza. El presidente estadounidense, Joe Biden, reitera que Estados Unidos está listo para seguir las conversaciones, pero que permanecerá comprometido con la idea de que cada país desde ser libre de elegir sus propias alianzas.

Aunque recibe dinero y armamento de Occidente, Ucrania no es en realidad un miembro de la OTAN y, por lo tanto, no puede contar con apoyo militar estadounidense y de aliados de Estados Unidos de manera directa. Su ejército, aunque ha recibido cientos de millones de dólares en ayuda de Occidente en los últimos años, aún no se compara con el de Rusia.

Además, está rodeado de aliados y emisarios rusos, y de la propia Rusia. Tropas rusas están agrupadas en grandes números no solo a lo largo de la frontera este de Ucrania con Rusia, sino también a lo largo de la frontera con Bielorrusia, a tan solo 80 kilómetros al norte de Kiev, la capital ucraniana. Las tropas rusas también están estacionadas en Transnistria, una pequeña y no reconocida unidad territorial autónoma de Moldavia, al oeste de Ucrania. Si las tropas rusas invaden algunas o todas estas ubicaciones, el ejército de Ucrania podría ser llevado hacia sus límites y quizás no sería capaz de organizar una defensa efectiva.

Los aliados posibles como Alemania podrían también ser cautelosos de tomar medidas económicas para desalentar a Rusia. Europa tiene una alta dependencia del combustible ruso y Rusia es un importante socio comercial de Alemania.

Las rutas de algunos de los principales proveedores de grano del mundo atraviesan el mar Negro, que tiene fronteras en Rusia y en Ucrania, dos grandes productores de trigo. La acción militar podría interrumpir la producción y distribución de grano, lo que elevaría los costos de los alimentos para los consumidores de todo el mundo.

Rusia suministra alrededor de un tercio del gas de Europa, la mayoría del cual se envía a través de Ucrania en la actualidad. Cualquier interrupción en cualquiera de los extremos de esa cadena de suministro obligaría a los países europeos a buscar combustible en otro lado, lo que es muy probable que genere el aumento de los precios del petróleo en el mundo.

El daño económico de las sanciones de Occidente y el saldo potencial de muertes de una guerra extendida en Ucrania podrían ser un costo demasiado grande como para que Moscú lo tolere.

  • * Patrick Kingsley es el jefe de la corresponsalía en Jerusalén, que abarca Israel y los territorios ocupados. Ha reportado desde más de 40 países, escrito dos libros y antes cubrió migración y Medio Oriente para The Guardian.@PatrickKingsley
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