El Fondo Monetario Internacional (FMI) anuncio su estimación del coste del conflicto comercial entre Estados Unidos y China por un valor equivalente de la economía de Suiza.
Eso significa 700.000 millones de dólares, o 637.000 millones de euros, según ha declarado la nueva directora gerente de la institución, Kristalina Georgieva, en su discurso inaugural tras tomar posesión del cargo, en sustitución de la francesa Christine Lagarde.
Georgieva ha sido muy clara en su análisis: los conflictos comerciales traerán “una ralentización sincronizada” de la economía mundial. Es una manera de preparar una rebaja de las previsiones de crecimiento en el informe Perspectivas de la Economía Mundial, que se publicará la próxima semana en Washington.
La institución prevé un descenso del crecimiento en el 90% de la economía mundial, que, según Georgieva, hará que “el crecimiento sea el más bajo desde principios de la década, cuando la crisis estaba todavía afectando de lleno a Europa.
En su última previsión, publicada en julio, el FMI preveía un crecimiento del PIB mundial del 3,2% este año y del 3,5% el que viene.
Era una décima menos que lo proyectado apenas tres meses antes, aunque, ahora, el agravamiento de las tensiones comerciales, sobre todo entre Estados Unidos y China, hace prever una nueva revisión a la baja.
Ahora, la gran cuestión es si el crecimiento caerá por debajo de la barrera del 3%.
La nueva directora gerente del Fondo ha criticado indirectamente a China, aunque sin nombrarla, al definir como principales problemas en la economía mundial una serie de prácticas que coinciden exactamente con la política comercial e industrial del gigante asiático: “subsidios, derechos de propiedad intelectual, y transferencias de tecnología”.
Según Georgieva, esas son áreas en las que las políticas de los países deben cambiar para evitar que la crisis vaya a más, o que se impongan una serie de cambios estructurales que cambien la economía mundial para peor durante al menos una generación.
Entre esos riesgos, la economista húngara citó “la ruptura de las cadenas de suministros, sectores comerciales encerrados en silos, y un ‘muro de Berlín digital’ que obligue a los países a elegir entre sistemas tecnológicos diferentes”, fundamentalmente uno estadounidense y otro chino.