Para millones de estadounidenses, el café es un ritual diario indispensable. Sin embargo, ese hábito se ha vuelto más costoso: en agosto de 2025, el precio del café aumentó 20,9 % interanual y 3,6 % solo en un mes, el mayor salto registrado desde julio de 2011, según datos del Bureau of Labor Statistics.
En ese mismo período, el café tostado subió un 21,7 %, mientras que el café instantáneo se encareció un 20,1 %.
El incremento responde a múltiples factores. Estados Unidos produce menos del 1 % del café que consume, por lo que depende casi totalmente de las importaciones. Esto lo deja vulnerable a choques externos, desde fenómenos climáticos hasta decisiones de política comercial.
De acuerdo con la FAO, en 2024 los precios mundiales del café crecieron un 38,8 % frente al año anterior debido a sequías e inundaciones en Brasil, Vietnam e Indonesia, países que concentran cerca de la mitad de la producción global.
A estas presiones se suman nuevas medidas arancelarias. En abril, la administración estadounidense impuso un arancel fijo del 10 % a diversas importaciones, incluido el café. Más recientemente, decretó un arancel del 50 % específicamente a los envíos provenientes de Brasil, principal exportador mundial. El impacto ha sido inmediato: los precios en mercados futuros alcanzaron niveles históricos y los exportadores brasileños redujeron sus envíos a EE. UU.
Impacto en cafeterías y consumidores
Para los negocios y consumidores, el golpe es directo. Cafeterías y tostadores enfrentan mayores costos para adquirir granos verdes, mientras luchan por no trasladar totalmente esas alzas al consumidor final.
Las pequeñas cafeterías locales son las más vulnerables: carecen de la capacidad de negociación de grandes cadenas y no cuentan con reservas financieras para absorber incrementos prolongados.
La administración estadounidense evalúa ahora flexibilizar los aranceles sobre bienes que el país no produce en volúmenes suficientes, lo que podría ofrecer un alivio parcial al mercado.
Un termómetro de tensiones globales
El encarecimiento del café expone la fragilidad de las cadenas de suministro y cómo las tensiones comerciales y climáticas terminan reflejándose en la vida cotidiana.
Para los estadounidenses, la tradicional taza de café ya no solo representa energía matutina: es también un símbolo de las presiones globales que impactan directamente en su mesa.