El consejo del Banco Central Europeo (BCE) mantendrá los actuales tipos de interés oficiales en su reunión del próximo 25 de enero, pero es posible que se empiece a discutir, de forma más o menos reconocida, el horizonte de la esperada reducción de las tasas. La presidenta, Christine Lagarde, dijo que dicha bajada podría tener lugar en el verano.
Los mercados siguen apostando por una decidida reducción del precio del dinero a lo largo de 2024, iniciándose el descenso en el entorno de la primavera, a pesar de que las autoridades monetarias tratan, sin mucho éxito, al menos por el momento, de rebajar las expectativas, señalando, por una parte, que la inflación, aunque menor, todavía no puede darse por controlada y, por otra, alertando de que las incertidumbres geopolíticas siguen siendo elevadas y, por lo tanto, que podría producirse un empeoramiento de la situación.
Lo cierto es que los datos sobre la evolución de la inflación al final del pasado año fueron mejores de lo que los expertos del BCE, y de buena parte de los organismos de análisis, esperaban, lo que hace pensar que esta mejor marcha de los precios puede adelantar la llegada a la meta del 2% establecida como la que se debe perseguir y mantener para que la economía funcione sin tensiones.
Esta mejoría, que debería corroborarse en los primeros meses de este año y materializarse cuando en el mes de marzo los técnicos del BCE hagan públicas sus nuevas previsiones sobre el PIB y la inflación de la eurozona, es lo que hizo que los inversores redoblaran su convencimiento de que los tipos empezarán a bajar más pronto que tarde, presionando a la baja los precios del dinero en los mercados financieros, tratando, una vez más, de adelantarse a las decisiones formales de las autoridades.
La respuesta de los responsables del BCE fue recordar que las decisiones se toman reunión a reunión y conforme a los datos de que se dispone en cada momento y repitiendo como un mantra el convencimiento de que “manteniendo durante un prolongado periodo de tiempo los actuales tipos” se alcanzaría el objetivo de llevar la inflación al 2%. Es decir, que los tipos no bajarán de inmediato, pero que tampoco subirían, salvo que se produjera una catástrofe no contemplada.
Naturalmente algunos miembros del BCE, los más duros, no se contentaron con esta respuesta, que también ellos dieron como los demás, sino que fueron algo más lejos, señalando que todavía no es el momento ni siquiera de hablar de cuándo pueden empezar a bajar los tipos de interés. Sí era el momento de acordar la retirada pausada de las últimas medidas extraordinarias de compra de deuda, pero no de la evolución a la baja de los tipos de interés.
Y es aquí donde pueden sorprender las recientes declaraciones de Lagarde, realizadas apenas una semana antes de que el consejo se reúna, en las que señala como posible que los tipos empiecen a bajar en el verano, siempre y cuando las cifras lo permitan. La inflación subyacente continúe su senda descendente y la evolución de los salarios, medida a través de los acuerdos alcanzados en los convenios colectivos, que mayoritariamente se firman en el primer trimestre del año, permita pensar que no habrá efectos de segunda ronda en la marcha de la inflación.