Japón conmemora las ocho décadas del ataque atómico a Hiroshima

El 6 de agosto de 1945, se presenció una de las tragedias más devastadoras de la historia contemporánea: el bombardeo atómico sobre la ciudad japonesa de Hiroshima. A las 8:15 de la mañana, el bombardero estadounidense Enola Gay, lanzó una bomba de uranio apodada “Little Boy”. 

La explosión, ocurrida a unos 600 metros de altura sobre el centro de la ciudad, desató una fuerza equivalente a 15.000 toneladas de TNT, arrasando Hiroshima en cuestión de segundos.

En el instante de la explosión, unas 70.000 personas murieron de forma inmediata, muchas de ellas calcinadas por la onda expansiva o vaporizadas por la intensa radiación. En los días y semanas posteriores, otras 60.000 personas fallecieron a causa de las heridas y a enfermedades derivadas de la radiación. En total, se estima que 140.000 personas murieron antes de que terminara 1945, aunque el número ha seguido aumentando por los efectos de largo plazo.

Hiroshima, en ese entonces era una ciudad de unos 350.000 habitantes que quedó prácticamente destruida. Más de 70% de sus edificios fueron reducidos a escombros. La bomba afectó una zona de 13 km² con una devastación total y dejó a decenas de miles de sobrevivientes, los hibakusha, con secuelas físicas, psicológicas y sociales que durarían toda la vida.

El ataque a Hiroshima fue parte de una estrategia de Estados Unidos para forzar la rendición incondicional del Imperio japonés en los últimos días de la Segunda Guerra Mundial. Tres días después, el 9 de agosto de 1945, una segunda bomba atómica fue lanzada sobre Nagasaki, causando otras 70.000 muertes adicionales.

Japón anunció su rendición el 15 de agosto de 1945, y el 2 de septiembre firmó oficialmente el acta que puso fin al conflicto. Aunque algunos historiadores han argumentado que Japón ya estaba al borde de la rendición, otros defienden que el uso de las bombas acortó la guerra y evitó una invasión terrestre que podría haber costado millones de vidas más.

El bombardeo no solo marcó el final de la Segunda Guerra Mundial, sino también el inicio de la era nuclear. Las secuelas de la radiación provocaron cáncer, malformaciones genéticas y enfermedades crónicas entre los sobrevivientes.

La tragedia de Hiroshima fue también el catalizador para el desarrollo de tratados internacionales sobre el uso de armas nucleares. Sin embargo, la amenaza atómica ha persistido: durante la Guerra Fría, el mundo vivió bajo el temor constante de una aniquilación mutua, y en 2025, nueve países poseen armas nucleares.

En Hiroshima, cada año se celebra una ceremonia conmemorativa en el Parque de la Paz, construido cerca del epicentro de la explosión. En esta ocasión, al cumplirse ocho décadas, sobrevivientes, líderes internacionales y ciudadanos de todo el mundo se han reunido para recordar a las víctimas y renovar el compromiso por un mundo libre de armas nucleares.

Ocho décadas después, Hiroshima no solo es símbolo de destrucción, sino también de resistencia, reconstrucción y esperanza. La ciudad se ha levantado después de tanta destrucción gracias al trabajo de personas como el niño Shun Sasaki, que, desde los 7 años, hace recorridos turísticos gratis a los visitantes extranjeros que llegan al parque Hiroshima Peace Memorial. Ahora con 12 años, Shun ha dado tures a más de 2.000 visitantes y asegura que lo más peligroso es olvidarse de todo lo que ocurrió en el pasado.

Dos veces al mes, Shun entra a trabajar con un chaleco amarillo a dar los recorridos y los hace también en inglés, mostrando la dedicación y seriedad con la cual Shun se toma este trabajo. La labor voluntaria de Shun le dio la oportunidad de ser uno de los dos niños en hablar en la ceremonia conmemoratoria por los 80 años. Su labor también recuerda la importancia de seguir trabajando por construir la memoria de lo que ha pasado en la historia y el valor de recordar todo lo que pasó antes de nosotros.

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